En esta entidad, el brillo del Mundial 2026 deslumbra, pero también encubre. Mientras el Gobierno presume estadios, fan fest y fotos con la FIFA, el verdadero partido (el Presupuesto 2026) sigue atorado entre opacidad, falta de acuerdos y un clima político que cambia según el humor del Ejecutivo.
Miguel Botello lo advierte: ser sede mundialista no hace grande a ningún gobierno, y menos cuando el gasto público del próximo año está envuelto en sombras. No hay números claros, no hay negociación seria y el Estado opera entre acusaciones cruzadas mientras la estabilidad financiera pende de un hilo.
Los bombos del Mundial 2026 ya repartieron «suerte» entre las 48 selecciones participantes: 42 ya están clasificadas y los otros 6 cupos deberán definirse en el repechaje.
El riesgo es evidente: se puede llenar un estadio, pero no se puede gobernar con improvisación. Nuevo León necesita cuentas, estrategia y responsabilidad, no reflectores.
Porque si el Mundial se usa como distractor, entonces sí será un espejismo caro que pagarán los ciudadanos por décadas.
