Los seguros de gastos médicos mayores, que existen en México desde mediados del siglo XX como “protección financiera”, hoy parecen una trampa sofisticada. Muchos dejamos de pagarlos porque cada renovación llega con infarto incluido y sin cobertura.
Especialistas del organismo Vertebra, coincidentes con expertos en la temática, explican que el desastre tiene varias raíces: hospitales con costos inflados, tratamientos que nadie pidió, doctores que mágicamente mandan a todos por urgencias (porque claro, triplicar el costo nunca está de más), insumos médicos carísimos y áreas de compras donde el famoso “moche” es casi un requisito para que salga una orden. Todo muy elegante.
Y lo peor: después de pagar pólizas por décadas sin un solo siniestro, llega la edad en que por fin vas a usar el seguro y ¡tómala! La renovación cuesta lo mismo que un departamento en la del Valle. Así, muchos terminan cancelando justo cuando más lo necesitan. Un negocio redondo: las aseguradoras cobran fortunas toda la vida y, al final, varios asegurados quedan fuera por imposibilidad de pago.
Expertos dicen que ya va siendo hora de proponer delitos graves para quienes lucran con estas prácticas y castigos reales para servidores públicos que permiten que esto siga igualito. Porque entre reservas mal calculadas, siniestralidad misteriosa, estadísticas opacas y prácticas dudosas, todo el sistema está demasiado cómodo.
Existen dos esquemas de deducibles (por enfermedad o por anualidad), pero a la mera hora, el caos es parejo. Y mientras no haya controles serios, nadie moverá un dedo. Total, ¿para qué arreglar un negocio que funciona tan bien para ellos?
