Sin duda que don Alexander Graham Bell, el inventor oficial del teléfono, no imaginó hasta donde llegaría su legado con la tecnología inalámbrica.
Ni Mr. Martin Cooper nacido en Chicago Illinois, EE. UU. en 1928, licenciado en Ingeniería Eléctrica en 1950, (pionero en la industria de la comunicación sin cables, inventor del primer teléfono móvil, soñó en algún momento lo que pasaría después con el producto de su ingenio, hasta dónde trascendería.
Martin Cooper puede no ser un nombre famoso, pero luego de su innovación, además, supervisó los 10 años de trabajo necesarios para llevar al mercado su producto recién nacido en 1973 y que pesaba más de 2 kilos.
Su creación es conocida por más de la mitad de la población mundial que posee un teléfono celular.
El concepto de un teléfono de mano estaba en su cerebro cuando era niño y con la ayuda de un equipo Motorola, dio vida al primer auricular de telefonía móvil en 1973, cuando parado en una calle de Nueva York, realizó su primera llamada telefónica desde un prototipo de celular, sin ser capaz de concebir el éxito que alcanzaría su invento, por lo increíble.
Hoy en día la industria de telecomunicaciones móviles se ha extendido a lo largo de todo el globo, desarrollando una gran colección de tecnologías para celulares.
Una realidad es que el “padre” de las computadoras portátiles y tablets John Ellenby tampoco hubiera creído que en plena época de la hipercomunicación instantánea estamos cada vez más incomunicados y nos perdemos lo que ocurre casi en nuestras narices.
Hoy día, la industria de telecomunicaciones móviles se ha extendido a lo largo de todo el globo, desarrollando una gran colección de tecnologías para celulares.
Pero… la incomunicación se creó al interponerse entre los humanos un proceso poderoso que impide una relación interpersonal bidireccional fluida y sana. Saber y poder comunicarse con los demás, es indispensable para el ser humano. Existe comunicación adecuada cuando hay un intercambio bidireccional, fluido, abierto y al abreviar tiempos.
LOS LAZOS CIBERNÉTICOS
Afirmamos, orgullosos, que la tecnología estrecha nuestros vínculos. Hemos fabricado una colección de herramientas que nos hermanan. La tecnología informática ha obrado el milagro de acercarnos al prójimo. Por eso la adoramos, pero, ¿estamos en lo cierto? ¿Y si la tecnología nos separa?, ¿y si la promesa de la conexión nos desconecta?, ¿y si la aproximación que asegura la tecnología es una ilusión? Atravesamos una época paradójica. La omnipresencia de los dispositivos electrónicos de comunicación ha generado nuevos hábitos, que observando con determinada óptica, podrían entenderse como uniones ficticias; formas de relacionarnos falsamente o de estar solos-acompañados. Smartphones, tablets, phablets y laptops, son algunos de los conquistadores que han invadido nuestra vida, atrayéndonos con sus cantos de sirena, con seducción e imposición.
REUNIONES CON QUÓRUM DISTRAÍDO
En las jornadas profesionales, las conferencias ocupan un lugar importante, pero no todos los asistentes se enteran si se está hablando de mercados, economía, tecnología o suministro de materiales. Algunos hablan por teléfono, salen y entran “discretamente” a llamar a alguien o contestar telefonemas de su dispositivo inalámbrico, mientras en el interior, se desarrollan los temas y un ponente profesional se esmera por transmitirnos conocimientos e información, en la medida y materia que sea, sin merecer más respeto de parte de la concurrencia.
Y así mismo pasa en la mayoría de los hogares, en las visitas a padres y abuelos. La comunicación inmediata en todo lugar y todo momento nos tiene apartados del mundo exterior, pisoteamos las reglas básicas de la educación y el respeto a nuestros mayores, ajenos maleducadamente del entorno donde nos encontramos, el teléfono celular nos roba la atención de lo que los demás quieren contarnos y con voraz vicio, queremos más voz, más texto y más imágenes.
Y ABORDAMOS LA SOBRECOMUNICACIÓN
El caos de la supracomunicación genera una verdadera y cruda incomunicación social.
Por salud mental, educación y respeto, debemos crear normas que nos permitan prescindir del aparatito telefónico al menos un rato, para atenuar la incomunicación social.
Estamos lejos de producir el terreno propicio para que la verdadera comunicación tenga lugar. Cada día nos alejamos más de su verdadera esencia.
Es fácil creer que postear un comentario en las redes sociales, o leer un periódico en línea es parte vital de la comunicación social, pero la esencia de este tipo de comunicación va más allá de un emisor, receptor, mensaje y canal de internet.
SE NORTEÓ LA BRÚJULA
Se perdieron el enlace y la importancia del mensaje de viva voz, de la estrecha comunicación, porque un montón de símbolos tecleados con coherencia sintáctica o sin ella, se cree sea un mensaje propiamente dicho, oerjudicando a la calidad del mensaje al no transmitirlo. Si se comprende, ya es suficiente, pero para hablar de comunicación, ya no digamos de comunicación social, (que es más compleja todavía), se requiere que el mensaje sea descodificado, porque la granizada de “likes” y emoticones crea una rara sensación fría en la comunicación virtual, donde nuestros amigos y receptores ponen “me gusta” en mensajes que tal vez ni leyeron despacio o no lo comprendieron.
LA TRANSMISIÓN VIRTUAL
En comunicación social, ya no alcanza con que el mensaje sea comprendido. Esto trae consigo la responsabilidad de transmitir valores, tradiciones y cultura, esperando interacción en el proceso. Una interacción que trascienda la retroalimentación que podemos obtener con solo un click.
La comunicación social es interacción entre integrantes de una comunidad donde el mensaje no es el fin, sino el medio para detonar una sinfonía de emociones que deriven en reacciones y acciones.
La pérdida de algo tan significativo no es gratuita. Las consecuencias de la incomunicación social son devastadoras.
EL EXILIO VOLUNTARIO Y FRÍO
Se pierden relaciones reales a causa del aislamiento y no sólo eso;
Hay Pérdida de las facultades lingüísticas
Pérdida de la facultad de escuchar
Pérdida de la empatía
Desintegración de las emociones
A falta de comunicación, la primera consecuencia es tu exilio voluntario, el ostracismo, pero te sientes a salvo, porque ya la hiciste, porque tal vez ahora pienses que tú con mínimo 5 mil amigos en una red social y 60 mil seguidores o más en alguna página que creaste, no te la acabas, porque eres el rey de la comunicación, que podrá suceder todo, menos el aislamiento y empiezas a sentirte más que el resto de los simples mortales que te rodean, aquellos que alguna vez conociste en el tren de la vida.
Ya no tienes espacio para escuchar a quien esperaba de ti una palabra de aliento y no le llamas, porque consideras te va a quitar tiempo, o dinero. Tienes un mundo aparte con tus miles de seguidores, pero basta mirar a tu alrededor y hacer un recuento de cuándo fue la última vez que viste en persona a un amigo, cuánto hace que no tiendes tu mano desinteresada, ¿cuándo apoyaste a alguien sin esperar monedas o billetes a cambio?, o incluso, desde hace cuánto no te interesa cómo se encuentran los familiares con los que no vives?
Tal vez entonces -a lo mejor ni así- empieces a comprender que los vínculos no se forjan ni se sostienen a través de posteos con un guión preestablecido para que no te tomes la molestia de pensar.
Cuando caigas en la cuenta de tu inminente aislamiento, irás acusando recibo de las pérdidas que te dejó la falta de comunicación social en tu día a día.
La facilidad de palabra, los mensajes precisos, el uso correcto de las reglas gramaticales y ortográficas, el colocarte un momento en el lugar del otro y colaborar para sacarlo de su incómodo y temporal lugar, sentir las verdaderas emociones y buenas acciones, irán formando parte de lo que no quieres en tu existencia. ¿Realmente crees que un símbolo manifiesta un enfado, o una alegría? Lo experimentas así?, lo expresas realmente?
Ya no existe la facilidad para conectarnos con nuestras propias emociones, menos con las ajenas. Y tú, ya te diste cuenta? /Reporte90
Viernes 26 de Agosto
7:56 p.m.
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Nora Hernández. R/90